Huele y sabe a título peliculero pero es de verdad verdadera. Es la realidad por la que atraviesa la Ciudad de los Santos Reyes de Valledupar y un poco menos, pero aun desconcertante, en el resto del departamento del Cesar.
Las familias vallenatas se espantaron de las puertas de las casas. Las parrandas vallenatas una manifestación de las más apreciadas del vallenato, están languideciendo por el temor de los asaltos a mano armada. Las calles son un terror. El Centro histórico, en donde el gobierno invirtió un “cojonal” de plata, se mantiene desolado por el temor, de la gente, a se ser atacada por delincuentes.
Como en Sodoma
Líbranos señor de padecer tu castigo con una lluvia de fuego y azufre, aunque parezca peor que padecerla. Los vallenatos estamos acorralados por homicidios, extorsiones, hurtos a personas y residencias, microtráfico, prostitución, drogadicción. Es decir, si por pecar fuera, el castigo sería necesario e inevitable.
La esperanza se esfuma. La comunidad, vulnerable y arredrada, intenta buscar su protección, pero la respuesta de las autoridades no se siente. Los esfuerzos se pierden en un mar de incertidumbre.
Es posible que no exista una sola familia en la ciudad de Valledupar que no haya sentido el rigor de esta inseguridad despiadada y desgraciada. En la zona rural y en los campos el ambiente es más desilusionador e igual en proporciones alrededor de una inversión de valores insostenible.
Mal De todo
No es una buena razón responder con el viejo y desgastado argumento que se trata de una situación general de todo el país. Es un mal de todos, dicen, y con eso, especialmente las autoridades, quieren dar el consuelo.
Necesitamos que nos devuelvan la tranquilidad. Que nos la devolvamos porque la comunidad también tiene que asumir su propio compromiso. Valledupar tiene que volver a recuperar la placidez de antes mostrada en sencillos hecho como el de poder volver a sentarse en las puertas de las casas.
Siendo cierto que las soluciones pasan por aspectos sociales como el empleo, la salud y la educación, no es menos cierto la necesidad de poner en marcha estrategias de contención a través de la aplicación de planes de inteligencia que ayuden a desmantelar redes criminales y de microtráfico.
Igualmente, impulsando el aumento del pie de fuerza y el apoyo de tecnologías: cámaras de reconocimiento fácil, flotas de drones, entre otros. Llegó el momento de la seguridad, o la economía se va a pique y la sociedad destruida, solo esperará el castigo divino de la lluvia de fuego y azufre que Dios le infligió a Sodoma y Gomorra.