fbpx

opinión

Al diablo la anarquía

Por: Luis Joaquín Mendoza Sierra

Si viviéramos en la selva, con toda certeza estaríamos mejor y no solo porque respiraríamos aire puro y nos libraríamos de la contaminación feroz que generan las máquinas endiabladas de carros, motocicletas y humeantes bicimotos, sino del caos en la movilidad, las deficiencias de los servicios públicos, la inseguridad, el desaseo, en fin, tantas plagas que azotan nuestra amada Ciudad de los Santos Reyes, sin que alguien, ni nosotros mismo, nos dolamos de ella.

La ausencia de una sociedad civil empoderada y activa, la omisión de las autoridades civiles y policivas, junto a la indiferencia de la sociedad, configuran la tormenta perfecta para esta catástrofe social. Valores invertidos, violencia incontenible e incivilidad, aniquilan el verdadero significado de ciudadano o ciudadana, porque no es posible asentir como tal, a quienes esgrimen y asumen conductas malsanos, irrespetuosos, imprudentes, en general, desconectados del comportamiento que respeta hasta las más mínimas norma de urbanidad.

Valledupar está plagado de personas; corrijo, tampoco debería llamar personas a quienes, por supina ignorancia, o porque no poseen poder de raciocinio, ni conciencia de lo malo y lo bueno, se comportan como bestias, peor que ellas, porque existen animales que aprenden comportamientos ejemplares.

En nuestra amada ciudad no es muy común darles la preferencia a los ancianos, a las embarazadas o a los discapacitados cuando necesitan pasar la acera, hacer una cola para gestionar un servicio o cuando requieren apoyo para superar alguna dificultad en la calle o en el lugar donde se encuentren.

Los vehículos estacionados sobre parques, andenes y carriles de velocidad, equipos de sonido con volumen extravagante noche y día, mascotas haciendo sus necesidades, en espacio público, delante de sus amos, sin que recojan sus heces; carromuleros arrojando basuras y otros tipos de deshechos en donde se les antoje, conductores y peatones lanzando envases a las calles; son fehacientes muestras del comportamiento de una sociedad irreflexiva y torpe, que enoja.

El capítulo de la movilidad es asombroso. La torpeza y el elevado nivel de riesgo que desafía la vida tanto de los propios conductores como de los transeúntes, provocan intranquilidad y miedo. Todos: motociclistas, mototaxistas, domiciliarios en bicicletas o motos, conductores de automotores particulares y públicos, al igual que los peatones, congregamos una masa de imbéciles, irrespetuosos e incivilizados, que atenta contra la seguridad, la tranquilidad y el adecuado desarrollo de la circulación de la ciudad.

Nadie parece tener conciencia de lo que es una cebra peatonal. Pocos entienden la preferencia para los peatones y para colmo, los conductores no respetan semáforos y señales de tránsito de ningún tipo. Aquí, para los conductores, la izquierda puede ser la derecha, el rojo equivale el verde en el semáforo, los sentidos de las vías se toman como nos venga en ganas y el estribillo de pitos ensordece.

Si usted circula en auto o a pie por una calle de un solo sentido, cuídese mucho más del sentido prohibido porque por ahí le viene el mojonazo. Si usted va a girar a la derecha, tenga precaución. Mire su espejo derecho atiborrado y espere, con seguridad, que los mototaxistas que se le recostaron por ese lado, crucen a la izquierda, porque la gran mayoría de ellos hacen, casi todo, a la inversa.

Dónde están: la cultura ciudadana, las autoridades, la sociedad educada. Quién diablos dijo que la anarquía, el caos, el desorden, el irrespeto, la inversión de los valores y el miedo son modelos de comportamiento social. Al diablo a anarquía y la indiferencia, hagamos algo por esta ciudad.

Luis Joaquín Mendoza Sierra

De esencia campesina, hijo de la calle, como llamaron, por siempre, a los paridos fuera del matrimonio, nacido en el corregimiento de La Peña (La Guajira), creció realizando tareas rurales en calidad de sirviente, hasta que soñando trascender, fundado en su gran tenacidad, se trasladó a Valledupar, y al ganar unos pesos desempeñándose como maletero y, más tarde, lustrabotas en el aeropuerto Alfonso López, de esa ciudad, se lanza a la conquista del universo que soñaba convirtiéndose en comunicador social-periodista, en la Universidad Autónoma del Caribe.

Luego de un recorrido feraz a través de medios de comunicación de Valledupar, escala hacia Bogotá en donde labora como periodista de RCN radio orientado por el maestro Juan Gossaín, y al tiempo, por las noches y los fines de semana estudia, inicialmente, la maestría en ciencias políticas y, luego, la especialización en integración económica internacional en la Pontificia Universidad Javeriana.

La experiencia y los estudios lo convierten en estratega de campañas políticas exitosas, a través de un marketing innovador y, finalmente se encamina por la competitividad a partir de la que lidera la formulación de planes y agendas de productividad y competitividad, de los departamentos del Cesar y La Guajira.

Luis Joaquín, un ser humano que transpira humildad y generosidad, ha escrito varios libros, entre ellos la biografía novelada de Diomedes Díaz, Un Muchacho Llamada Diomedes que, con la muerte del cantautor de fama internacional, desarrolla una versión aumentada llamada El Silencio del Coloso. Es, así mismo, músico y compositor por afición y estudioso de la competitividad territorial en la que se desempeña como consultor regional.