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Lo sospeché y me blindé

LOS CÁNDIDOS QUE ESPERARON ALGO BUENO DE NETFLIX PARA DIOMEDES

Imagen obtenida de: www.netflix.com

Un Capo, un Chapo, un Narco y hasta un sapo, como un Patrón del Mal, podrían caber perfectamente en la desmedida ambición financiera de los monopolios, como Netflix, que controlan las plataformas digitales, por suscripción, del mundo, y hasta las que no lo son.

Allí todo vale para despertar las mas bajas pasiones de los televidentes. La tragedia, la tragicomedia, la truculencia, la delincuencia, lo ilícito, la muerte, la sangre, la traición, la envidia, son componentes más que inevitables, condicionantes de los éxitos que estas producciones tiene que generar para rescatar la inversión y, de paso, acumular cuantiosas ganancias. Están en su derecho, nada o poco que hacer.

A esos parámetros no corresponden el bucólico universo de la música vallenata, llamada así, valga reinsistir, no por ser originaria de Valledupar. No, ese no es ni siquiera el gentilicio de los oriundos de esta ciudad que llamamos cariñosamente El valle. Se llama así, por haberse engendrado en el Valle del Cacique Upar, integrado por territorios que comparten los, hoy departamentos, de Cesar, Magdalena y La Guajira.

Esta música folclórica que brota de campesinos, baqueros, jornaleros, y despreciada, inicialmente, por los pudientes del territorio, es hoy por decisión de la UNESCO, patrimonio inmaterial de la humanidad. Las canciones son narraciones extraordinarias del acontecer cotidiano, aunque, recientemente, ha ido perdiendo ese carácter y en virtud, de la misma enfermedad del comercio y, por tanto, el dinero, se viene deteriorando, sin desconocer que hay elementos de la evolución que antes que buenos, han sido convenientes.

El Vallenato también ha pujado grandes artistas como Diomedes Diaz, quien cautivó el mundo por la extraordinaria calidad de su talento. Ha sido el cantautor más artista entre los artistas de esta música. Tan grande como noble y generoso, terminó capturado por el narcotráfico que lo indujo y convenció, con facilidad quizá, por su débil preparación intelectual, inmadurez y su condición de hombre rural.
Nadie es perfecto, Diomedes no lo fue. Los seres humanos somo una mezcla de lo bueno y, desgraciadamente, de lo malo. Hacemos cosas que nos avergüenzan y muchas de las que nos arrepentimos. No voy a exculparlo, pero tuvo más cosas buenas que malas, y su legado inmarcesible es ejemplo para el mundo.

Tampoco voy a decir que fue un arcángel, y mucho menos que la muerte de Dorys Adriana, en la que se vio involucrado no sea un episodio censurable, horrendo, amargo. Quién sabe si un estado de enajenamiento mental, por droga, de algunos de lo que allí estaban, ella inclusive, hizo inevitable una tragedia que nos lacera.

Esa, sin embargo, no es la vida de Diomedes, ni mucho menos lo mejor de él. Sencillamente, Netflix, puso un señuelo a quienes cándidamente creyeron que honrarían la vida de un artista grande del vallenato, y que no se impondría el comercio que ordenan el mundo, la utilidad, el dividendo.

Los seremos humanos, sin excepción, no movemos nada sin la certeza de sacar la mejor ganancia, el mejor provecho de todo cuanto hacemos. Por eso, en estas producciones televisivas o de cine, prima y tiene más posibilidades de triunfar lo extravagante, sangriento, contradictorio, sucios, delictuosos, ilícitos, truculento. Aquello que, como decía mi profe Beethove Herrera, estimula emociones viscerales y negativas entre los seres humanos.

Si alguien esperaba algo noble, sano, bueno, de Netflix para Diomedes Diaz, se pasó de cándido. Lo sospeché, y por eso, antes de mi entrevista como biógrafo que se me reconoce de Diomedes, luego de haber publicado dos libros sobre su vida, les exigí que mi contrato incorporara una cláusula en defensa del legado y del ser humano generoso, humilde y nombre que fue.

Si mi aporte contribuiría a una producción que destrozara a Diomedes, yo no lo aceptaría y, por tanto, quise blindarme. Hecha esa modificación firmé el contrato y di la entrevista sin recibir a cambio ni las gracias. Creo que así lo hicieron los demás, porque si alguien vendió su entrevista cometió un doble pecado, especialmente, aquellos que hoy, sobre el cadáver de Diomedes hacen referencias que arruinan mucho más el nombre, de alguien tan grande que “Nació para no morir”, como lo anoté en la frase del telón de fondo izado en su sepelio.

Espero que Netflíx, nos pague haciendo, algún día, una producción inspirada en una historia culta del vallenato.

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Luis Joaquín Mendoza Sierra

De esencia campesina, hijo de la calle, como llamaron, por siempre, a los paridos fuera del matrimonio, nacido en el corregimiento de La Peña (La Guajira), creció realizando tareas rurales en calidad de sirviente, hasta que soñando trascender, fundado en su gran tenacidad, se trasladó a Valledupar, y al ganar unos pesos desempeñándose como maletero y, más tarde, lustrabotas en el aeropuerto Alfonso López, de esa ciudad, se lanza a la conquista del universo que soñaba convirtiéndose en comunicador social-periodista, en la Universidad Autónoma del Caribe.

Luego de un recorrido feraz a través de medios de comunicación de Valledupar, escala hacia Bogotá en donde labora como periodista de RCN radio orientado por el maestro Juan Gossaín, y al tiempo, por las noches y los fines de semana estudia, inicialmente, la maestría en ciencias políticas y, luego, la especialización en integración económica internacional en la Pontificia Universidad Javeriana.

La experiencia y los estudios lo convierten en estratega de campañas políticas exitosas, a través de un marketing innovador y, finalmente se encamina por la competitividad a partir de la que lidera la formulación de planes y agendas de productividad y competitividad, de los departamentos del Cesar y La Guajira.

Luis Joaquín, un ser humano que transpira humildad y generosidad, ha escrito varios libros, entre ellos la biografía novelada de Diomedes Díaz, Un Muchacho Llamada Diomedes que, con la muerte del cantautor de fama internacional, desarrolla una versión aumentada llamada El Silencio del Coloso. Es, así mismo, músico y compositor por afición y estudioso de la competitividad territorial en la que se desempeña como consultor regional.